dimarts, 29 d’abril del 2008

La publicidad y el séptimo arte

Hace mucho tiempo ya que la publicidad se inspira en el arte para vender sus productos, que se arrima a la cultura para caer bien... Bueno, hace mucho tiempo que la publicidad se apropia de casi todo para sus fines. Pero veamos en concreto cómo ha evolucionado su relación con el séptimo arte.
Por un lado, tenemos la tradicional publicidad encubierta en los filmes, casi centenaria. Varios autores coinciden en señalar la década de los 20, como el inicio de este acuerdo entre publicidad y cine, que aún hoy sigue resultando muy rentable. Humphrey Bogart bebía Perrier en Casablanca y Mickael Douglas fumaba Marlboro después de su affaire en la oficina. Tampoco era casual que Demi Moore guardara los recuerdos de su desgraciado marido en una caja de bambas Reebok, o que Julia Roberts se diera a la fuga con unas zapatillas Nike.
Las estrellas de cine siempre han sido un reclamo para las empresas, como una especie de garantía de éxito, puesto que los consumidores sueñan con emular sus vidas y reproducen sus comportamientos sin demasiadas preguntas.
Pero hace un tiempo que la relación ha ido más allá. No se trata ya de esconder marcas en las escenas de películas, ni los actores son ahora el mayor reclamo. La estrategia de moda entre las grandes firmas consiste en crear películas con sus productos como protagonistas. Cortos evidentemente, ideados por genios de la gran pantalla, pero que sirven al fin y al cabo para el mismo propósito de embaucar la público. Freixenet abrió en España la veda a la publicidad de director, con un corto de Scorsese dedicado a Hitchcock, al que ahora buscan sustituto. Marcas como BMW, Soberano y Pirelli, entre otras, han seguido su estela. Esta nueva fórmula publicitaria atrae a “un nuevo consumidor”, un público rejuvenecido, formado, que como afirmó Pedro Bonet, responsable de comunicación de Freixenet, “lo que le pide a la publicidad es entretenimiento”.